lunes, 22 de marzo de 2010

Tambores de guerra

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Oriente Medio está en un estado de calma tensa que premoniza un conflicto de escala mayor a lo que nos atrevemos a imaginar. Nuestro colaborador Miguel Mayoral analiza esta inquietante situación.

Bastan apenas pasar unos días en Oriente Medio para escuchar con claridad los tambores de la guerra. Se extiende por Oriente Próximo la idea de que la guerra es un cataclismo poco menos que inevitable y que, "en no mucho tiempo habrá guerra; lo que no se sabe todavía es contra quién, o contra cuántos".

Los signos se están multiplicando. En Israel el ejército reparte máscaras de gas, los ejercicios militares se suceden, el banco central acumula reservas de divisas sin que nadie se atreva a asegurar con certeza si, efectivamente, el país se prepara para una guerra o se trata de una maniobra del primer ministro, Benjamín Netanyahu, para convencer al mundo de que detenga la carrera de los ayatolás so pena de que un ataque preventivo de sus fuerzas armadas acabe con el programa nuclear iraní y, con toda seguridad, desencadene un conflicto que puede arrastrar a todo Oriente Próximo a una conflagración de consecuencias impredecibles.

La pesadilla de Israel se llama Mahmud Ahmadineyad. El presidente iraní amenaza ritualmente con borrar Israel del mapa, lo que comprensiblemente evoca las peores memorias del Holocausto, y ha convertido Irán en el problema número uno del Estado judío, por encima de cualquier otra consideración o circunstancia. Pocos creen en Israel que las sanciones que Estados Unidos pueda pactar en las Naciones Unidas sirvan a su objetivo final: impedir que el régimen iraní ingrese en el club de las potencias atómicas. Y menos aún confían en que Obama actúe por la fuerza si las sanciones acordadas, caso de que sean disuasorias, fallan. Consecuencia de todo ello es que la región entera se está desestabilizando a velocidad de vértigo y nuevas y peligrosas fracturas emergen con más rapidez de lo que resulta posible taponar.

Hay algunos cambios básicos en Oriente Próximo que son acontecimientos muy recientes. Uno es claramente el eje que sustituye al conflicto palestino-israelí. Porque, el mundo árabe, los suníes sobre todo, sospecha que los iraníes quieren hacerse con el control de Oriente Próximo. Ahmadineyad quiere establecer una hegemonía persa en Oriente Próximo. Utiliza el conflicto árabe-israelí como excusa, porque no tiene ninguna forma de convencer a los suníes como no sea con una política antiisraelí. Luego está Hezbolá en Líbano, y Hamás en Gaza. Además de un conflicto oculto en marcha, que puede tener un significado verdaderamente crucial, y es la cuestión de Irak. Si Irak se une a esta banda, y los chiíes en Irak son muy importantes para Irán, desestabilizará el equilibrio actual.

No hay que olvidar que Irán va a tener un arsenal nuclear, si no lo tiene ya. Los países árabes de Oriente Próximo han convivido durante décadas con la convicción de que Israel dispone de un arsenal atómico. Sin embargo, esas mismas naciones no se resignan ahora a aceptar una bomba atómica chií. Ni Egipto, Arabia Saudí, Jordania y otros en la región quieren ver cómo Teherán logra el arma nuclear. Los responsables israelíes sostienen que la razón es simple ya que su país no mantiene ningún conflicto con ellos. Sus fronteras están delimitadas o al abrigo de conflictos territoriales y en última instancia su organización política, el carácter y la profesión de su fe o sus relaciones exteriores les resultan indiferentes en tanto en cuanto no supongan una amenaza para Israel.

Todos esos países árabes, sin embargo, temen a Teherán, un régimen revolucionario dentro de sus fronteras, y fuera de ellas. La mera posibilidad de que el régimen de los ayatolás construya un arma atómica les causa escalofríos por su capacidad de influencia no sólo en organizaciones como Hezbolá, Hamás, etc percibidas como una amenaza a su estabilidad, sino también en el corazón y las voluntades de millones de ciudadanos islamistas, moderados o no, que desconfían tanto de sus Gobiernos como éstos de ellos.

¿Qué sucedería si, de todas formas, Irán construye una bomba atómica? Se ha apuntado pero antes de que ello suceda, si llega a suceder, lo que sí existe ya es una guerra encubierta o de baja intensidad en la región, una guerra que se libra también por métodos convencionales, viejos como la guerra misma, y cuyas únicas trazas visibles son el reguero de asesinatos de enemigos de Israel, golpeados allí donde cometen el error o muestran la debilidad de ponerse a tiro; como Imad Mughniyah, el jefe militar de Hezbolá y estrecho aliado de Teherán, liquidado en 2008 en Damasco mediante una bomba dentro del reposacabezas de su coche; o Mahmoud al Mahbouh, considerado el enlace de Hamás con la Guardia Revolucionaria de Irán, eliminado en enero pasado por un nutrido equipo cuyas sincronizadas evoluciones en el hall, los ascensores y los pasillos del hotel Rotana de Dubai, grabadas por cámaras de seguridad, fueron contempladas con rabia o admiración, alternativamente, por millones de personas en todo Oriente Próximo. Hay algo más que indicios de que Israel no está solo en esa guerra, sino que dispone de cierto grado de colaboración por parte de varios países árabes que consideran que el islamismo radical amenaza la estabilidad de sus regímenes tanto o más que al Estado de Israel.

El diario en árabe Al-Quds al-Arabi, editado en Londres, sugirió que en el asesinato de Mughniyah colaboraron varios Estados árabes. La colaboración entre los servicios secretos de Israel y los de sus vecinos, que ilustra cuán espesa es la red que se ha tejido en la región y por qué todo forma un magma que no puede más que abrasar todo lo que toca. Y por qué en esta zona del mundo, quizá con más intensidad que en otras, nada es lo que parece.

Hoy, las relaciones secretas entre los distintos países son mucho más reveladoras que las diplomáticas. Tiene más sentido y resulta mucho más poderoso mantener relaciones entre las distintas organizaciones de inteligencia, porque ya no se lucha contra ejércitos, sino con los servicios secretos. El conflicto no se limita a un país o a una nación. Es una batalla de cerebros, más que de tropas. No se trata de ganar después del enfrentamiento, sino antes. Descubrir algo significa ganar. Si no lo descubres, has perdido. No se lucha contra un ejército, se lucha contra una organización. Ni siquiera contra una organización, se lucha contra un poder establecido en distintos lugares, sin organizar, con tecnologías modernas. Las relaciones formales en Jordania, Israel, Egipto y Palestina son una cosa, y luego las relaciones encubiertas son otras. Claro ejemplo es lo que ocurre en Gaza donde la influencia de Irán es patente.

La aparición de grupos afines a Al Qaeda ha complicado desde hace tiempo la difícil ecuación política de la franja de Gaza. Ansar al-Sunna (seguidores de la Sunna) fue un nombre previamente utilizado, entre otros, por los insurgentes aliados de Al Qaeda en Irak. Algunos analistas creen que este grupo llamado también Salafista trabaja en células independientes enfrentadas a antiguos miembros de Hamás en la franja de Gaza. Los mismos expertos advierten de que más de dos años de bloqueo israelí, una juventud sin horizontes y organizaciones yihadistas en el extranjero dispuestas a capitalizar el asedio a Gaza se han convertido en caldo de cultivo para que los grupúsculos existentes emprendan la lucha armada contra los islamistas de Hamás, a los que consideran ateos. Ambos movimientos comparten el objetivo de luchar contra las fuerzas occidentales, pero Hamás apuesta por un Estado palestino mientras que los salafistas quieren imponer un Estado islámico en todo Oriente Próximo. Hamás tiene 25.000 hombres en armas pero su discurso moderado no vende entre los más críticos con Israel y sus aliados occidentales. El movimiento islamista gozaba de una amplia popularidad en la franja, que permitió tomar el control del territorio en 2006 tras ganar las elecciones, pero ahora hay muchos que acusan a sus líderes de abonar el terreno con su islamismo.

De momento el problema más grave o la ficha está en Irán. Pero convertir Irán en un problema o en una partida de ajedrez exclusivamente persa-israelí, del que la comunidad internacional pueda desentenderse llegado el momento del enfrentamiento abierto, constituiría un error o un grave problema. Más aún si se considera que la comunidad internacional no podrá acordar las dos únicas sanciones que podrían hacer dialogar a Irán: un embargo total sobre la venta a Irán de gasolinas y combustibles refinados, de los que el país sólo puede refinar el 40% del combustible que necesita, lo que produciría una parálisis total, y un embargo a la compra de crudo, lo que secaría sus fuentes de divisas. Y luego, medidas de defensa contra los misiles iraníes, para que los países del golfo Pérsico o los países árabes no sientan que la catástrofe se abalanza sobre ellos. Estados Unidos ha empezado por introducir misiles antibalísticos en el golfo Pérsico.

El conflicto es más amplio y más profundo. El problema implica a todo Oriente Próximo. Estados Unidos y la comunidad internacional se tendrán que enfrentar a grandes retos en poco tiempo si logran el beneplácito de Rusia y China. La implantación de regímenes democráticos en Oriente Medio es vital para todos, incluso para los propios habitantes de la zona, pero la tarea es muy difícil.

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