Mientras este 22 de marzo se celebra en todo el mundo el Día Mundial del Agua patrocinado por Naciones Unidas, los expertos vaticinan que las guerras del futuro podrían librarse por el acceso a ésta y su explotación. Las sequías prolongadas, la escasez del líquido elemento en determinados lugares del planeta y la sobreexplotación de los recursos hídricos podrían llevar a los países a tomar las armas para asegurarse el acceso a este bien cada día más escaso.
Existe una corriente de pensamiento que esgrime que detrás de todo conflicto armado hay siempre dos causas directas e imperturbables: el dinero y la codicia. Si uno analiza con detenimiento las grandes guerras disputadas en las últimas décadas, fueran del signo que fueran, siempre hubo uno de estos dos elementos, o ambos, como leitmotiv del enfrentamiento. A pesar de que el tiempo ha demostrado que esta corriente está bastante bien encaminada, puede que en los próximos años se deba añadir al agua a esta lista de desencadenantes bélicos ya que es considerada el principal recurso estratégico del siglo XXI por encima, incluso, del petróleo.
El incremento de la población mundial, las sequías cada vez más prolongadas en zonas sensibles, la aridez creciente en vastas extensiones de todos los continentes, la escasez de recursos hídricos o la sobreexplotación de los ríos y lagos son algunas de las razones que esgrimen los analistas para situar al agua como una de las posibles causas de enfrentamientos armados entre países en las próximas décadas.
Según un informe científico publicado en la prestigiosa revista ’International Journal of Life Cycle Assesment’, el 38 por ciento de la superficie terrestre del planeta corre grave peligro de desertificación a medio plazo. Según los investigadores, las zonas más amenazas por este problema son el norte de África, Oriente Próximo, el suroeste de China, Australia y el oeste de América Latina. La población de las tres primeras regiones ha crecido exponencialmente en los últimos años, por lo que la presión sobre los recursos hídricos se ha hecho todavía más acuciante. Además, Naciones Unidas ha incrementado la alarma al calificar a 300 regiones de todo el mundo como ’zonas hídricas críticas' o 'preocupantes’.
Desde Brasil a África nororiental
El término ’guerras del agua’ es un concepto muy difuso y con el que la mayoría de expertos militares no acaba de estar de acuerdo, aunque hay signos y ejemplos al respecto que empiezan a alertar a la comunidad internacional.
Una de las regiones del planeta con mayores recursos hídricos es América Latina. En los últimos años se ha visto como países con importantes reservas de agua, sobretodo Brasil, Paraguay y Uruguay, firmaban acuerdos de explotación y cooperación con Estados Unidos o la Unión Europea. En la actualidad, el subcontinente americano cuenta con el 25 por ciento del agua del mundo y algunos informes científicos creen que sólo esta región podría abastecer a todo el planeta durante 200 años.
En África, el Nilo, el río más largo del mundo, está sufriendo los efectos más evidentes de la desertificación de la región y la sobreexplotación de su cauce. Este milenario río, cuna de la civilización egipcia, atraviesa hasta diez países con la consiguiente presión sobre su abastecimiento. En los últimos años Egipto, país en el que desemboca el Nilo para dar al mediterráneo, ya ha advertido a los demás países ribereños que, de no racionalizar el agua y cuidar su caudal, se verá obligado a tomar cartas en el asunto puesto que es él, como último país receptor de sus aguas, el más afectado por la deficiente explotación y el incremento de la contaminación.
Por otro lado, el sur de Asia también es una de las regiones más susceptibles de sufrir conflictos por el agua. India y Paquistán, enemigos irreconciliables con armamento nuclear, mantienen desde hace décadas tensas disputas por la explotación conjunta de diversos ríos fronterizos o que atraviesan ambos territorios, entre los que destacan el Chenab, el Sutlej o el Rabi. Si bien la zona ya es muy inestable de por sí, la escasez de agua podría hacer que acabara por estallar un conflicto armado que involucraría a toda la comunidad internacional y afectaría de manera directa a más de 2.000 millones de personas.
Otra de las regiones que los analistas califican como 'susceptible' a este tipo de enfrentamientos es Oriente Próximo debido a la situación del Eufrates y el Tigris. Estos dos ríos, que discurren desde las montañas de Anatolia hasta el Golfo Pérsico a lo largo de casi 2.000 kilómetros, atraviesan una de las regiones más inestables del planeta. A medio camino entre Oriente Medio y Próximo, ambos caudales ya han sido motivo de disputa entre Turquía, Siria e Iraq. Los dos últimos acusan al gobierno otomano de sobreexplotar la cabecera de ambos ríos con multitud de presas e instalaciones eléctricas que desvirtúan sus cauces y reducen el caudalaje. De este modo, este ejemplo evidencia la estrecha relación que guardan los posibles escenarios bélicos desencadenados por el agua con la lucha por el progreso y el desarrollo entre norte y sur.
Vivir con cinco litros al día
Uno de los puntos más sangrantes en torno al tema del agua es el del despilfarro. Mientras en Estados Unidos, Japón o Europa se consume una media de 300 litros por persona y día, en algunos países subdesarrollados ese índice desciende hasta los cinco litros. Lo cierto es que, en los países con un nivel de vida alto, el consumo ha ido incrementándose, con la consiguiente inversión en infraestructuras y tecnología. Éste no ha sido el caso de los países pobres que han visto como su población aumentaba y sus recursos hídricos menguaban de forma progresiva.
Si bien es verdad que la escasez de agua siempre ha sido un problema en determinadas zonas del planeta, lo cierto es que las tensiones diplomáticas entre países a raíz de conflictos en los que el agua está inmersa han ido reproduciéndose. Casi todos los grandes ríos transnacionales del mundo sufren algún tipo de disputa o desencuentro entre sus países ribereños por el acceso y explotación de sus recursos.
La Tierra está constituida en sus tres cuartas partes de agua, de las que el 97 por ciento es salada, 2 por ciento está congelada en los polos y glaciares y sólo un 1 por ciento es dulce. De este modo, la población mundial, cercana a los 6.500 millones de personas, viven de la gestión y explotación de una minúscula parte de los recursos hídricos disponibles en el planeta. Las organizaciones en favor de los derechos humanos y las ecologistas denuncian que, en el próximo siglo, la población con un acceso deficiente al agua alcanzará el 40 por ciento del total, unos 3.000 millones de habitantes. En este sentido, según Unicef, en la actualidad muere un niño cada ocho minutos por no tener acceso a agua o ingerirla en malas condiciones.
Los informes elaborados por Naciones Unidas apelan a la redistribución económica, la inversión en infraestructuras en países pobres, la explotación responsable de los recursos hídricos por parte de los principales países consumidores y una carta conjunta vinculante y efectiva que regule el acceso y gestión del agua como instrumentos para evitar esta clase de conflictos. Disputas que, de no atajarse de inmediato, podrían suponer un drama humanitario y ecológico en un futuro no tan lejano.
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