martes, 30 de marzo de 2010

Bruselas se adjudica todo el poder económico sobre los países de la UE

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Van Rompuy se convierte en adalid de la coordinación fiscal en los Veintisiete.



Van Rompuy “va a ganar” en capacidad para coordinar y armonizar  las políticas económicas.

Van Rompuy “va a ganar” en capacidad para coordinar y armonizar las políticas económicas.

Bruselas.- Poco a poco, pero ineluctablemente, Bruselas va conquistando los terrenos del hasta ahora sacrosanto espacio de la política fiscal, que con tanto celo guardan no pocos países de la UE.

El texto pactado por los líderes de la eurozona para el rescate de Grecia no dejaba lugar a dudas. “Nos comprometemos a promover una estrecha coordinación de las políticas económicas en Europa”, afirmaban, para después prometer que mejoraran el “Gobierno económico de la Unión Europea”.

Ayer mismo, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero defendía que, con el establecimiento gracias al Tratado de Lisboa de un presidente permanente del Consejo Europeo, en manos de Herman Van Rompuy, el organismo “va a ganar” en capacidad para coordinar y armonizar las políticas económicas de la UE.

Responsabilidades

Al apropiarse progresivamente de las riendas de la política económica comunitaria, la figura del presidente de los Veintisiete y la propia cumbre de líderes de la UE será capaz de desempeñar sus responsabilidades “por encima de las respuestas individuales” de los presidentes de los países europeos, aseguró Rodríguez Zapatero.

El caso es que la crisis económica y, muy especialmente, el fantasma de bancarrota que sobrevuela las cuentas griegas han puesto en el primer lugar de la agenda de la UE, y sobre todo de la eurozona, la urgencia de aumentar la coordinación de las políticas económicas en el Viejo Continente.

El nuevo presidente de los Veintisiete, Van Rompuy, de hecho, ha convertido la coordinación económica de la UE en su principal punta de lanza. En particular, ha propuesto que los primeros ministros se reúnan con más frecuencia –mensualmente era la opción que se barajaba–, a la manera de un consejo de ministros nacional, para tomar decisiones comunes en el ámbito económico.

Esta centralización económica, sin embargo, no es plato del gusto para todos. No pocas capitales ven con recelo esta cesión de soberanía sobre la política financiera.

El ejemplo archiclásico es la reticencia de Londres a delegar competencias fiscales en la Unión. Sin embargo, otros países, como Alemania, motor económico de la eurozona y de la UE, también han dado un respingo ante determinadas perspectivas de centralización fiscal.

Así, Berlín, que apretó las tuercas europeas para que los países más laxos sean sometidos a un control estricto de sus cuentas, rechazó de plano, sin embargo, la posibilidad de que la Unión pueda imponer sanciones a los países que no incumplan las pautas económicas europeas.

Lingüística

Una anécdota que ilustra claramente cómo esta cuestión levanta más de una ceja en Europa fue la discusión del texto que pactaron los líderes de la eurozona, en el que acordaban el mecanismo de rescate a la economía griega.

Según fuentes cercanas a la reunión, los líderes de la eurozona se enzarzaron en una discusión bizantina sobre si la palabra “gobierno”, al hablar del “gobierno económico de la Unión Europea”, debía escribirse con mayúsculas o con minúsculas.

Finalmente, la traducción inglesa del texto se conformó con afirmar que la UE mejorará su “gobernanza económica”, para evitar que la palabra gobierno provocase urticarias. Por el contrario, las versiones francesa y española, se referían, con todas las letras y en mayúsculas, a un “Gobierno económico de la UE”.

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