sábado, 7 de noviembre de 2009

Hambre, un mal de millones

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Mil millones de personas en el mundo se acuestan y se levantan con hambre. De esos mil millones, gran parte son niños, niñas y adolescentes. Para hacer la fórmula más clara, una de cada seis personas padece hambre y desnutrición, es decir, 100 millones de personas más que en 2008.

En Bolivia, se tiene estimada una cifra que ronda los 200 mil niños, de entre cinco a 14 años de edad, que sufren de anemia, según Caroline Solle de Hilari, coordinadora Nacional de Salud de la Organización Save the Children. Indudablemente, la crisis económica mundial ha agravado la situación de los más pobres en los países llamados en vía de desarrollo, y la seguridad internacional y la estabilidad política se ponen en riesgo ante esta hambruna desatada, moviendo fronteras de la pobreza y forzando a la migración insegura de cientos de miles de personas.

Los dos informes presentados el pasado viernes, Día Mundial de la Alimentación por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), así lo demuestran.

Las cifras de los informes incluyen a 643 millones de personas que pasan hambre en Asia del Pacífico, 265 millones en América Latina y el Caribe, 42 millones en Medio Oriente y África septentrional y 15 millones en países industrializados.

"La conclusión más conmovedora del informe es que más de 1.000 millones de personas sufren hambre", dijo Bettina Luescher, portavoz del PMA. "Esto es increíble y nos tomó de improviso." La sorpresa se debe a que la tendencia al alza de la desnutrición lleva un decenio y se mantuvo constante tanto en el periodo de bajos precios y prosperidad económica, a principios de la presente década, como en la actual fase de encarecimiento y caída del producto bruto, según el estudio de las agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Es decir, el hambre no ha disminuido ni en la época de vacas gordas. Todo esto deja en evidencia que existen problemas en el sistema mundial de gobernanza de seguridad alimentaria.

"Los líderes mundiales reaccionaron a la crisis financiera y económica movilizando exitosamente miles de millones de dólares en un corto periodo. Ahora se requieren acciones igual de fuertes para combatir el hambre y la pobreza", asegura el director general de la FAO, Jacques Diouf. “Cada año, el apoyo a la agricultura en los países de la OCDE es de 365 mil millones de dólares, mientras que el gasto militar es de 1,34 billones de dólares”, deploró el director de la FAO al señalar que de la misma manera que las naciones poderosas reaccionaron “de forma rápida, colectiva y enérgica” a la crisis económica mundial, ahora “se necesita el mismo compromiso fuerte para combatir el hambre. El crecimiento de la población hambrienta es intolerable.

Tenemos los medios económicos y técnicos para hacer desaparecer el hambre. Lo que falta es una voluntad política más fuerte para erradicarla".

Diouf llamó a "invertir en la agricultura de los países en desarrollo", la cual resulta "esencial no sólo para derrotar al hambre y la pobreza, sino también para asegurar el crecimiento económico, la paz y la estabilidad del mundo".

Para la FAO, la situación que actualmente afrontan los países más pobres del mundo se deterioró aun más por la crisis económica.

La directora del PMA, por su parte, ha hecho un "llamamiento urgente" al G-8 —los siete países más industrializados y Rusia— y al G-20 —los países más ricos y emergentes— para que frenen un problema que requiere algo más que "soluciones a largo plazo".

"Con la Asamblea General de Naciones Unidas y la cumbre del G-20 en Pittsburgh (Pensilvania, EEUU) en el horizonte, los líderes mundiales tienen una oportunidad ideal para poner el hambre en el mapa", remarca el PMA en un comunicado.

Asimismo, Sheeran advierte que el Programa Mundial de Alimentos afronta "un grave déficit presupuestario", pues este año sólo ha recibido 2.600 millones de dólares de un total de 6.700 millones de dólares, necesarios para dar de comer a 108 millones de personas en 74 países. Esa falta de fondos se traduce en el recorte de programas que se están desarrollando en países como Guatemala, Kenia y Bangladesh.

Historia sin fin
Los que antes de la crisis económica que afecta a casi todo el mundo ya eran pobres, ahora simplemente mueren de hambre, aseguran los expertos. Las poblaciones antes vulnerables a la inseguridad alimentaria sufren cada vez más dificultades, dado el encarecimiento de la comida y la caída de las remesas de los inmigrantes, del empleo y de los salarios. Pese a tener menos responsabilidad en la crisis financiera, son los más afectados por los altos precios de los alimentos y luego por la crisis.

Según estudios del PMA, las 17 mayores economías latinoamericanas, por ejemplo, recibieron 184.000 millones de dólares en flujos financieros en 2007, cifra que se redujo a 89.000 millones en 2008 y que se prevé que vuelva a caer a la mitad, a 43.000 millones, al cabo de 2009. En los últimos 20 años, muchos países en desarrollo se involucraron en la economía global, lo que aumentó su vulnerabilidad a los vaivenes financieros.

Otro informe elaborado por el Instituto para la Investigación de Políticas Alimentarias Internacionales (IFPRI, por su sigla en inglés) constata tendencias similares a las del estudio de la FAO y el PMA, y detalla la situación de regiones y países en su habitual Índice Global del Hambre (IGH).

El reporte alerta sobre el lento avance en la tarea para reducir el hambre, evidente en la caída del IGH en apenas un cuarto desde 1990, y advierte que la situación en 33 países es "extremadamente alarmante".

El IFPRI detectó avances importantes en el sudeste asiático, Medio Oriente, África septentrional y América Latina, aunque la incidencia del hambre sigue siendo elevada, en cambio, en Asia meridional y África subsahariana.

Los países donde se registraron las mejoras más destacables fueron Kuwait, Túnez, Fiji, Malasia y Turquía, y las peores situaciones en Angola, Etiopía, Ghana, Nicaragua y Vietnam.

En el lado opuesto del espectro se ubican Burundi, Chad, República Democrática del Congo, Eritrea, Etiopía y Sierra Leona. La mayoría de los países con IGH más elevado sufrieron guerras o conflictos violentos que agravaron la pobreza y la inseguridad alimentaria, según el IFPRI.

Este informe coincide con el de la ONU al señalar el vínculo entre la crisis financiera y la inestabilidad alimentaria como un problema complejo. También se enfatiza en que combatir el hambre mundial es un paso crucial en el camino hacia la equidad de género.

Pero no sólo las instituciones como la ONU y las ONGs especializadas están preocupadas. Filántropos como Bill Gates, a cargo de la Fundación Bill y Melinda Gates, que invierte miles de millones de dólares en proyectos de salud pública y desarrollo en algunos de los países más pobres, han elevado también su voz de alerta al respecto.

"Melinda y yo creemos que ayudar a los pequeños agricultores más pobres para que produzcan mejores cosechas y logren acceder a los mercados es la herramienta más poderosa para reducir el hambre y la pobreza. La próxima Revolución Verde debe ser más verde que la anterior", agregó el empresario. "Debe ser guiada por los pequeños agricultores y adaptada a las circunstancias locales, así como ser ambiental y económicamente sustentable", dijo el magnate.

En casa
En el caso de América Latina, las crisis simultáneas de alimentos y económica elevaron a 53 millones la cifra de personas que padecen hambre, informó la oficina regional de la FAO.

El problema mantiene a 15 millones de niños menores de cinco años con desnutrición crónica. Las poblaciones infantiles de Guatemala, Bolivia, Honduras, Perú y Ecuador son las más afectadas, mientras que en países como México se presentan las mayores desigualdades.

En México, así como en Uruguay, Brasil, Argentina y Chile, hay al menos 50 por ciento más de los nutrientes mínimos que las personas necesitan para alimentarse adecuadamente. No obstante, en estos países la desnutrición infantil es de entre 7 y 15,5 por ciento. La única excepción es Chile, con 2,1 por ciento. (Con datos de IPS, LA Jornada, Extra)



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